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domingo, 10 de junio de 2007

Lo que la Iglesia Catolica piensa de mi trabajo























El arte es uno, sus manifestaciones son mil, en colores y texturas, formas y signo simbólicos de la realidad circundante. Motores de inspiración para el pintor que al producir arte y crear belleza nos inserta a su realidad-mundo: el crear siempre se adjudica ese don, el transmitir ese lenguaje y esa realidad cobijado en símbolos y colores que nos quiere regalar a la vista, dar una idea de su creación al expectante introduciéndolo al mundo de sus pinceles, esa misma realidad subjetiva que lo adentra al mundo de la interpretación:

Este que ves, engaño colorido, Que, del arte ostentando los primores Con falsos silogismos de colores Es cauteloso engaño del sentido

Lo sentencia la sabia y culta monja Juana Inés de la Cruz. El mundo vital del pintor siempre es un laberinto de soledades e imaginaciones caprichosas. La pintura de este catalogo bien refleja ese sentimiento del anima. Ser “creador” es uno de los oficios que exigen silencio interior, observación y abandono del exterior y soledades.

Es un vano artificio del cuidado Es una flore al viento delicadas Es un resguardo inútil para el Hado; Es una necia diligencia errada

Solo así puede crear, como el Otro, que es Dios. Belleza y formas de seres animados de colores caprichosos de figuras y fondos de una sola realidad que se llama arte.

Según la sabia definición del gran Aquinate Santo Tomas O. P. definía la belleza como “aquello que agrada a los sentidos”, visualizando gestos y posturas entre lo eterno, lo pasajero y lo sensual del cuerpo humano, nos adentran al fascinante mundo del movimiento interior del autor. Esa es la obra que en el devenir histórico de 10 años ha producido Darío Mijangos, donde el mundo simbólico de afectos adornados con matices florales, “caninos” seres “amigo del hombre”, son una recurrente imagen que manifiesta en varios de sus producciones. Estos perros, “canis” mexicanos o xoloitzcuintli, los acompañantes al más allá en el inframundo de las civilizaciones de las culturas precolombinas. Los plasma con gracia e ingenio convirtiéndose en su fuente no la única pero si la mas llamativa de su inspiración pictográfica. Su presencia e incidencias en su pintura nos hablan del yo, la sonora compañía de sus “amigos”. La presencia de los símbolos cristianos que son eternos desde la fe, que encarnan la bondad y el amor a la ecología, como son “San Francisco de Asís”, o la maternidad, el dolor supremo de la madre, como “La Dolorosa”, o la realidad angelical, son representados con singular postura de realismo místico, que sin ser pintura religiosa propiamente dicho, logra en algunas de ellas incitar a la reflexión y ver, oír y pensar en la caducidad de la vida.

El desnudo, “quien te dijo que estas desnudo” “los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer sin avergonzarse uno del otro” (Génesis 2,25.) la corporalidad es tan pasajera y llamativa plasmada con posturas singulares y provocativas para darles el calificativo de cuerpo-lenguaje, reflejando su fragilidad conjuntada con la belleza que despierta los sentidos: la admiración o rechazo, lo pasajero como lo trascendente que encierra el cuerpo humano, asumido por el pintor como una realidad siempre cambiante y nunca estática. La figura humana privada de vestido se convierte en símbolo de la humanidad y del mundo, amenazados en su vitalidad más elemental y llamados a la vida sólo por el don gratuito de Dios. Es un afán caduco y bien mirado Es cadáver, es polvo, es sombra, es nada. Su incursión con el óleo, ya en madera ya en lienzo u otros materiales lo han hecho diestro en el plasmar “su” realidad. En el frágil mundo del papel, que es el amigo mas noble de los pintores, delicado como el cuerpo humano, generoso como la naturaleza, son la vía y puente de expresión, ha hecho obras nobles del arte del grabado en esta decena como pintor. La reminiscencia del sol naciente se deja ver entre los biombos que hunden sus raíces en el lejano oriente, obras que en si son un recordar la enculturación, es parte del intercambio de valores y emblemas, usos y costumbres de los pueblos, que no cierran su ciclo en un siglo o año, al contrario lo abren y lo actualizan, pervive en las cosas. El biombo un objeto de cerrar la realidad a los extraños de tu mundillo e intimidad, a los ojos de los intrusos, juegos de conjuros de ficción y del pasajero color del pudor. Es plasmar una imagen no existente y alucinante que podría haber tras el. La escultura es en si una realidad plástica que asemeja al Dios que se deleita creando al hombre, del barro y dándole su aliento “vida” para que viva y hable se mueva y se de. Su escultura aunque poca producción, juega con ese “hacerlo a la imagen de sus manos” de olores y miradas. Su pintura podría inscribirse como una continuación de las grandes producciones de los años 40 a 50, de esa cotidianidad, una cierta sintonía con la pintura pseudo-erótica de Manuel Rodríguez Lozano, El uso de las imágenes de los perros, complementa la relación erótica que se da entre los hombres de las pinturas, es una mirada particularmente poética de estas relaciones eróticas, con tintes religiosos, la urgencia y necesidad de construcciones románticas o hasta religiosas para insertar el tema del erotismo o el amor al hombre en nuestra sociedad, tan ausente en el escuchar y presta fácilmente para el aturdimiento y vanidad. En su obra se patentiza la tristeza, el desaliento, que puede dibujar bien la gran enfermedad de la posmodernidad, que se llama depresión. Los paisajes de los hombres son áridos en su corporeidad. Dibujan realidades que emergen y presupone o insinúa esa realidad con posturas y sentimientos, fragilidades y desengaños. Esos aspectos de la representación masculina de estos días, da la sensación de soledad que ésta produce en su pintura. Los retratos tienen vida y movimiento, el engranaje que les pone un toque muy suyo, especialmente el de las mujeres, parecen más personales, llenas de luz, movimientos donde hacen su aparición las plantas, el aire y la luz, jugando! el viento con el cabello, acompañado por el micro cosmos que le rodea. Los objetos, son en si un ver y usarse, un servir y olvidarse, un adorno y una necesidad, con el dibujo cambia su presencia y figura pero no su utilidad y uso, es lo rescatable de su singular obra, hacer de la cotidianidad un sin fin de posibilidades de creación y de belleza.

Un comentario final, el arte, la belleza creada por el artista es la irradiación de otro mundo, que abre su brecha en nuestra opaca condición humana descubriéndola e iluminándola al mismo tiempo. Lejos de la división efímera, entre arte y la fe, incitan al hombre a no caer en la indiferencia, a trascender siempre fuera de si mismo, a buscar y reconocer a Aquel que es origen y de toda belleza y que da sentido al mundo, al hombre y a las cosas: ya en esta tierra, un poco de paraíso.

_______________________________________________ Padre José Gerardo Herrera Alcalá Santuario de Nuestra Señora del Carmen. Diócesis de San Cristóbal de las Casas. Chiapas México.

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